martes, 11 de febrero de 2014

la moda en la actualidad

indica en su significado más amplio una elección o, mejor dicho, un mecanismo regulador de elecciones, realizadas en función de criterios subjetivos asociados al gusto colectivo.
La moda son tendencias repetitivas, ya sea de ropa, accesorios, estilos de vida y maneras de comportarse, que marcan o modifican la conducta de una persona.
La moda en términos de ropa, se define como aquellas tendencias y géneros en masa que la gente adopta o muere.
La moda se refiere a las costumbres que marcan alguna época o lugar específico, en especial, aquellas relacionadas con el vestir.
La moda como tal es todo lo que nos rodea y que llamamos de alguna forma “Globalización”, estamos rodeados de moda, ya sea únicamente hablando de ropa o todo lo quVarios elementos muy positivos se pueden apreciar hoy en el terreno de la moda. En primer lugar, está prácticamente al alcance de todos; existe una mayor libertad que en otras épocas para elegir el vestuario; la industria de la moda tiene actualmente considerable prestigio, y existe una gran oferta de programas académicos para preparar a quienes desean dedicarse a este campo laboral. También se aprecia una continua preocupación por aprovechar los adelantos de la ciencia y la técnica: nuevos y mejores materias primas, equipos, procedimientos, que permiten mejorar la producción y los precios. Desde el punto de vista artístico y creativo, tal vez nunca antes ha existido una gama tan amplia de opciones ante el diseñador, lo cual es sin duda algo muy positivo. Por otra parte, la economía de muchos países recibe de las industrias relacionadas con la moda beneficios importantes. Podemos fijarnos al menos brevemente en cada uno de estos logros.
1.1 Democratización de la moda: Uno de los primeros datos que saltan a la vista es que la moda ha dejado de ser un fenómeno de élites, para convertirse en un fenómeno de masas. Aunque las clientes de la Alta Costura siguen constituyendo un sector especial, las nuevas tecnologías y la globalización informática –entre otros elementos– han conseguido que un modelo creado para la Colección de Primavera de un modisto parisino, por ejemplo, se pueda adquirir al poco tiempo en una boutique en Beirut, San Salvador o Singapur. Un poco más adelante se venderán en comercios más modestos modelos parecidos, de modo que muchas mujeres pueden adquirir prendas de vestir que están “a la última moda”. La calidad de esta moda producida en masa puede ser buena, aceptable o claramente mala, pero al menos llega a muchos, si no a casi todos; sin duda es un avance que la moda sea cada vez menos un elemento distintivo de una clase social entendida como ámbito impenetrable.
La moda es, más que nunca, un fenómeno de masas: las fotografías de las pasarelas de hoy en Nueva York, París y Milán llegan en pocas horas, vía internet, a todo el mundo. La diversificación de los procesos de producción permiten que en muy poco tiempo estos modelos (al menos, piezas inspiradas por ellos) se encuentren en las salas de venta de las grandes ciudades. Las modistas tienen acceso a las mismas fotografías, y también en un plazo breve se pueden adquirir los patrones necesarios. Lo que al principio del reinado de una corriente de moda puede ser un poco más caro, casi enseguida podrá ser adquirido por mucho menos precio, al producirse masivamente.
1.2 Mayor libertad en el vestuario: Desde hace varias décadas, las rígidas restricciones impuestas por las convenciones sociales en torno al vestuario se han flexibilizado enormemente, lo cual es muy de agradecer. En la época victoriana, por ejemplo, era de rigor que una mujer de la aristocracia dispusiera de vestidos distintos para cada momento del día: el de estar en la casa, el de recibir visitantes, el de salir por la mañana, el de salir por la tarde; también el de “tomar el té”, y el de gala para la cena. Los trajes de baile, de Corte y de luto se añadían a esta colección. La moda actual, por el contrario, busca un vestuario que sirva para usos múltiples: se hace énfasis en conjuntos de piezas intercambiables que, con el cambio de accesorios, pueda servir a una mujer para ir a una reunión de trabajo en la mañana, almorzar con sus amigas, asistir a una actividad en el colegio de sus hijos por la tarde, y acompañar a su esposo a una cena. Por supuesto, también es posible adquirir vestidos apropiados para la mañana, ropa más formal como para asistir a un cocktail, y vestidos de noche. Pero la exigencia de un vestuario específico para cada ocasión se ha flexibilizado hasta tal punto que incluso en las actividades sociales más relevantes es fácil encontrar tipos de vestuarios muy variados. Esto habría sido imperdonable en otras épocas.
La mujer tiene posibilidad de escoger entre muchas maneras de vestir (un tema distinto es si en la vida real puede adquirir las prendas que desearía), y de alguna forma, crear su propia moda; puede escoger práctica-mente lo que quiera. Por otra parte, ha desaparecido (al menos en gran parte) el elemento que podríamos llamar “vanidad de clase”, porque en principio no es fácil ya ubicar en la escala social a una persona por su vestido. Las imitaciones de los productos de las grandes marcas son cada vez más perfectas; con un presupuesto limitado y una serie de decisiones inteligentes, una mujer se puede presentar con tanta elegancia como quien tiene la posibilidad de encargar los modelos de Alta Costura ($15,000), pagar accesorios sumamente caros (carteras, $5,000), zapatos ($1,000, etc).
Tal vez podríamos decir que en este campo estamos en el punto opuesto de lo que pretendían las Leyes Suntuarias –no tanto al tratar de moderar los gastos, cuanto al tratar de marcar un rígido código de vestuario para cada clase–, y esto es sin duda un signo de avance social: realmente no tiene sentido (como no sea halagar el “ego” de algunos) tratar de impedir que quienes no cuentan con una situación económica privilegiada se vistan igual que quienes sí la tienen, o al menos traten de vestirse en forma parecida.
1.3 Profesionalización: Este gran desarrollo ha traído consigo también un incremento del recono-cimiento de todos los posibles puestos de trabajo dentro de la industria de la moda como pertenecientes a un conglomerado laboral prestigioso. Los diseñadores, desde el nacimiento de la Alta Costura, han gozado de prestigio; en la actualidad han surgido innumerables posiciones relacionadas: fotógrafos de moda, modelos, cosmetólogos, editores de revistas de moda, columnistas sobre temas de moda, conservadores en museos de textiles, ilustradores de imágenes de moda, diseñadores de vitrinas, encargados de mercadeo, además del gran ejército de artesanos que, en muchos países del mundo, se dedican a bordar, tejer, curtir pieles, hacer botones, broches, mostacilla, etc.
En estrecha relación con el carácter cada vez más profesional de estas tareas está el auge que han tenido los centros docentes dedicados a preparar a los estudiantes para ejercerlas. Las Escuelas patrocinadas por la Cámara Sindical de la Alta Costura ofrecen cursos desde 1928, pero ha sido en los últimos 10 ó 15 años cuando se han multiplicado estas iniciativas, ofreciendo preparación para prácticamente todas las facetas de la moda: diseño de interiores, producción, publicidad, mercadeo... Esto ha supuesto un gran impulso para la industria, que puede contar cada año con nuevos elementos que se incoporan a este campo de trabajo.
1.4 Libertad creativa: La gama de colores, texturas, materiales, es amplísima. No hay una dominación extrema como la que ocurría en los años en los que Worth “reinó” sobre la moda: las grandes fábricas de telas y encajes de Lyon le enviaban muestras y con base en sus decisiones se producían o no. Para que fuera rentable la producción industrial se orientaba por los cauces que Worth estableciera, aunque naturalmente no todo el material era adquirido por su Casa de modas. Pero en el mercado textil era éste el material que los demás modistos podían adquirir, porque era el que la industria había producido en cantidad. Nadie se arriesgaba a producir una tela o un adorno que Worth no fuera a emplear. Este tipo de restricción de hecho es cosa del pasado. El juego del mercado es el que tiene la última palabra. Los diseñadores y quienes producen elementos de vestuario
1.5 Adelantos tecnológicos: En gran parte, la libertad creativa y la democratización de la moda se deben a los grandes adelantos técnicos que se han incorporado al campo de la moda. Podría decirse que este proceso de llevar la moda a todos comenzó con el advenimiento de la máquina de coser, y con la producción de los primeros patrones, que Amos Butterick lanzó al mercado en 1858. En la actualidad, todas las fases del proceso de creación, distribución y venta de las prendas se han beneficiado de nuevas técnicas. Si antes había que cortar las piezas una a una, hoy en día las máquinas permiten cortar 500 de un solo movimiento; la creación del diseñador se facilita con programas cibernéticos que le permiten la elaboración virtual de cualquier prenda, en cualquier color y textura, con lo que se evita mucho trabajo que antes era inevitable. Aunque las colecciones en vivo siguen siendo un punto focal de la industria, y tienen su “mística” especial, muchos diseñadores recogen sus colecciones en videos que después son enviados a clientes en todo el mundo.
Entre los más recientes proyectos está la Tecnología de Percepción Sensorial, que consiste en un tratamiento de micro-encapsulación para textiles con un gran potencial. Mediante esta tecnología se puede enriquecer la tela (algodón, lana o fibras sintéticas) con sustancias tales como aloe vera, vitaminas, repelentes contra insectos, por ejemplo. Las cortinas, alfombras y cubrecamas pueden tratarse para que desprendan fragancias, a la vez que rechazan ataques de hongos y bacterias. Incluso se ofrecen ya en el mercado sábanas tratadas con aroma de lavanda y de manzanilla, que pueden inducir el sueño. En la Universidad Politécnica de Hong Kong se trabaja en un tratamiento que convierta a las telas en “auto-lavables”; al tratar las fibras con dióxido de titanio, la tela realiza por sí misma el proceso de liberarse de los diversos tipos de suciedad. Por su parte, la Universidad de Leeds (Inglaterra) trabaja en un instrumento que facilitará el trabajo en los telares. Usando un rayo de luz y un sensor de luminosidad similar a los que se encuentran en las cámaras digitales, se podrá medir la tensión del hilo –que es esencial para la adecuada producción de la tela– sin detener la maquinaria (39)
No quiere decir que estos adelantos faciliten el trabajo por igual: como se pudo ver en la “maquila” de Madrás, muchos empresarios tienen en uso aparatos obsoletos, y emplean medios rudimentarios. Pero al menos puede decirse que existen los equipos y los instrumentos que facilitan la creación y permiten acelerar el proceso de elaboración y distribución de cualquier prenda o accesorio. Esto promete poner en manos de los consumidores un producto mejor, a menos costo y en un tiempo más breve.
1.6 Generación de ingresos: Como ya se ha mencionado, la industria de la moda, con todas sus ramificaciones, mueve muchos billones de dólares; genera grandes ingresos para muchos países y da empleo a gran cantidad de personas. Basta pensar que en 1998 los norteamericanos adquirieron 17.2 billones de piezas de vestir, y a la vez desecharon más de cien mil toneladas de ropa usada. En la cumbre de la industria están los grandes conglomerados, seguidos por las grandes empresas productoras, los grandes almacenes, pasando por las industrias de menor envergadura hasta llegar a las maquilas, las boutiques y lo que se considera como el escalón último del mundo de la moda: el negocio de las prendas recicladas. Junto con los beneficios que reporta para la economía de muchos países, habría que mencionar una considerable deshumanización del proceso: en el afán de “ganar más”, se busca la producción masiva al menor costo posible, y se ubican las maquilas en países sin legislaciones fuertes de protección a los trabajadores ni aún a los menores trabajadores. Por otra parte, en el diseño de las prendas no parecen entrar en juego consideraciones que no sean reductibles a la mayor ganancia
2-¿Hay algo que cambiar?
Después de contemplar tantos rasgos positivos de la moda en la actualidad, es natural examinar si hay otros rasgos que podrían considerarse menos positivos o claramente negativos. Tiene sentido hacerlo, porque así como los primeros son como caminos amplios por los que puede seguir avanzando la moda, los segundos están llamados a mejorar. Y entre estos rasgos cabría mencionar también varios, pero dos prácticamente engloban a todos los demás: el consumismo, provocado en gran parte por la enorme presión publicitaria, y la falta de consideración por la dignidad de la persona humana, especialmente la mujer.
2.1 La presión publicitaria: Las técnicas de mercadeo, ayudadas por la difusión de imágenes globalizada, y por estudios cada vez más sofisticados sobre la psicología del hombre y de la mujer, se han multiplicado y han ganado en incisividad y eficacia. Se dirige a “captar” la voluntad y orientarla a la compra, sea de alimentos, de carros o de lugares donde ir de vacaciones. La presión se siente con fuerza también en lo relacionado con la industria del vestido, los accesorios, los cosméticos. Se asume que cada producto es lo “último”, y que poder contar con lo “último” es condición y garantía de felicidad. Si no encuentra oposición, conduce al consumismo y a la ansiedad: no hay posibilidad de disfrutar tranquilamente de lo que se ha comprado, porque enseguida aparece otro producto más reciente, el verdadero “último”, y hay que adquirirlo.
El avance de la informática y la globalización de la información es algo muy útil, pero es también un arma poderosa para inducir a comprar. Lo que se presenta esta tarde en una pasarela en París, New York, Milán o Tokio, o en cualquier otro lugar, tiene la posibilidad de ser visto mañana en casi todo el mundo. Esto era completamente impensable en épocas pasadas (recordemos el afán con el que se esperaba la llegada de las “pandoras”, las muñecas parisinas que lucían los modelos de moda).
2.2 Consumismo: “Añadimos piezas de ropa al armario, como se añade agua a un río que ya está crecido…”, (40) comenta con razón una autora. El hecho de que la moda esté al alcance de muchos, unido a la presión publicitaria, ha traído como consecuencia que la industria de la moda, como ya se apuntó antes, sea una de las más fuertes económicamente hablando; pero algo a primera vista tan positivo, si se maneja sin moderación, pueden hacer de la industria de la moda un terreno óptimo para lucrar. Las ganancias pueden ser enormes, pero para ganar más hay que producir más, y si se produce más, es necesario que la gente “sienta la necesidad de tener más”, y “compre más”. “El materialismo práctico, tan difundido en la sociedad opulenta, tiene por alma el espíritu de riqueza, que provoca un ferviente enamoramiento de los bienes de la tierra, considerados como el supremo valor” (41) .
Se ha desarrollado así una mentalidad de consumo en el usuario (no sólo en la moda, como es de suponer) que conduce a gastos tal vez innecesarios o mayores de lo que deberían ser. Así describe acertadamente la situación el Prof. José Orlandis: “La segunda mitad del S. XX ha legado al S. XXI un fenómeno sin precedentes en la historia: la aparición en los países del Primer Mundo de una sociedad en la cual la mayoría de sus miembros disfrutan de un razonable nivel de bienestar, hasta el punto de que esa sociedad, en su conjunto, merece el apelativo de ‘opulenta’”(42) . Y agrega: “La sociedad opulenta ha multiplicado el número de bienes a disposición del hombre, y al promover el afán ilimitado de consumo, ha generado el vicio del ‘consumismo’. El mundo ha ido llenándose de ‘cosas’ y éstas han ido suscitando nuevas apetencias. Los hombres descubren cada día otras necesidades, y estiman que su satisfacción es indispensable para alcanzar la felicidad”(43).
En el campo de la moda el consumismo lleva a adquirir piezas de vestir, accesorios, cosméticos... en mucha mayor cantidad que la que sería realmente necesaria. Por ejemplo, aunque –como se mencionó al hablar de la mayor libertad en el terreno del vestuario– ya no es necesario cambiarse cuatro o cinco veces al día, se ofrece mercancía novedosa cada día, que de facto hace que la comprada anteriormente resulte obsoleta. Es muy interesante comprobar los esfuerzos de mercadeo dirigidos a niños y jóvenes: no sólo se les anima a ser ellos los que escojan sus atuendos, sin ninguna intervención paterna; se les ofrecen juguetes que están pensados para crear paulatinamente –o en un plazo muy breve– la mentalidad de consumo en lo referido al vestuario. Hay muñecas “modelos” que vienen acompañadas con varios conjuntos de moda, con innumerables accesorios, con cosméticos (para la muñeca y para la dueña). Se ha extendido la costumbre de anunciar “sets”: por ejemplo, antes se usaba un perfume; ahora se promueve la idea de contar con un “guardarropa” (wardrobe) de perfumes; hay posibilidad de comprar champú para pelo largo oscuro, grado de especialización realmente difícil de comprender... La publicidad recurre a frases como “Les Must” (que vendría a significar las cosas que hay que tener, los elementos indispensables, sin los cuales no se puede estar), “Essential”, y otros similares.e implica desde costumbres hasta actitudes.

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